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sábado, 7 de junio de 2014

Expresionismo Pop. Serie "Fauna Urbana" de Lautaro Dores.




Las imágenes de Lautaro Dores remiten al submundo de la gran ciudad,

donde los códigos de pertenencia delimitan personajes marginales.

En estos personajes, lo trágico de la condición humana deviene grotesco.

Esta parece haber sido la clave del artista para retratarlos.

De allí el recurso de la distorsión expresiva que acentúa sus "Mascaras".

Algún acento de luz anaranjado, bermellón o rosa,

parece destacar la desesperación por vivir que agita esos rostros,

la inútil salvaguardia contra el aburrimiento,

el miedo al vació, la soledad que acecha.

 
Rodolfo Martinez

La obra de Lautaro es singular y muy especialmente con el eterno tema de la mujer. La presenta tal cual es y está en la sociedad con los recursos técnicos de la actualidad y sobre todo, desde su particular estro.
Irma Del Carmen Aguado


La calidad de las relaciones sociales en las grandes ciudades de América Latina: viejos y nuevos determinantes

Rubén Kaztman



El documento busca hacer un aporte a la discusión sobre la naturaleza y los determinantes de la
fragmentación del tejido social en las ciudades latinoamericanas. Para ello propone analizar las
diferencias en la calidad de las relaciones sociales en las grandes ciudades tomando en cuenta las
características de sus matrices socioculturales nacionales y sus niveles de desigualdad económica,
de segmentación en los servicios básicos, y de segregación espacial. Intenta mostrar que si bien
estos tres factores están estrechamente relacionados entre sí, cada uno de ellos aporta ingredientes
distintos a nuestra comprensión, tanto de la calidad de las relaciones sociales en las ciudades,
como de las oportunidades que se les presentan a sus residentes para participar en ámbitos que
hacen posible el aprendizaje de la convivencia en la desigualdad.

 
 Tejido social, servicios básicos, segregación espacial, relaciones sociales, participación


El viejo problema de la integración social ha vuelto en los últimos años al centro de atención de las ciencias sociales en América Latina. Parte de esa centralidad puede ser efecto de las reverberaciones locales de la preocupación europea por la cohesión social y la prioridad que se le asigna en las agendas políticas del viejo continente. Pero, sin dejar de lado esa posibilidad, no hay duda de que la multiplicidad de signos de fragmentación de los tejidos sociales, que emergen principalmente en las grandes ciudades en América Latina, alimenta una inquietud creciente por el futuro de la región. Ahora bien, ¿cuáles son esos signos?

 
 La lección de Rodolfo Kusch en esta obra conjuga una incitación filosófica y un gesto vital. Su invitación a pensar a América desde su propio entorno, lejos de construir una presunción localista, significa una reivindicación del pensar mismo concebido como acto genuino y universalizante.

 
 Los pensadores "posmodernos" desmontan algunas de las premisas básicas de lamodernidad... pero en general sólo para darle otra vuelta de tuerca.


Los izquierdistas actualizan sus revisiones y críticas del pasado, unas veces para cambiarde bando y acomodarse a las nuevas circunstancias y otras para retomar viejos idealescomo si nada hubiese ocurrido, pero sin generar propuestas que definan una auténticaalternativa.


Los actores "neoliberales" simplifican las doctrinas para defender propuestas que paramuchos no son nuevas ni liberales y que tienden a aplicarse en forma mecánica ycontradictoria.


En todas partes cobran creciente visibilidad amplias coaliciones de descontentos, unificadospor su oposición a los vientos dominantes. Revelan con eficacia las consecuencias negativasde las políticas y procesos en curso, pero no han sido capaces de generar consensos sobrepropuestas alternativas.
 
 En estas circunstancias, han cobrado creciente relevancia los movimientos de auto-afirmación de los pueblos indios, cuyo largo periodo de acumulación de fuerzas culminóaparentemente en la última década del siglo XX. La conmemoración de los 500 años, en 1992,que nunca logró formularse con un título legítimo, pareció constituir el pretexto apropiado paraque estos movimientos adquirieran mayor visibilidad. La insurrección zapatista, en 1994, tuvorepercusiones y ecos en muy diversos ámbitos de la región. Movimientos sociales y políticos degran envergadura, como los de Bolivia, Ecuador y Perú, dieron pruebas de inmensa vitalidad. Alo largo de todo el continente, en Centroamérica, Colombia y Venezuela, lo mismo que en Chile yBrasil o Canadá y Estados Unidos, las reivindicaciones indias se insertaron en lugar cada vezmás prominente en las agendas políticas nacionales e internacionales.


Todos los estados nacionales del continente americano se definieron, organizaron yconstruyeron a partir del exterminio, la negación y la marginación de los pueblos que existían enlos territorios que quedaron incluidos en los ámbitos de aplicación de su noción de soberaníanacional.


épocas en que quienes entraron formalmente a ser parte de ellos no constituían un pueblo, sinomuchos, y ninguno de ellos poseía un carácter nacional: ninguno abarcaba a la totalidad de loshabitantes del territorio comprendido en el ámbito de las nuevas soberanías nacionales. Lanacionalidad que se forjó desde los estados que así se constituyeron, a fin de darles sentido ylegitimidad, apenas tomó en cuenta las realidades, condiciones y aspiraciones de esos pueblos.En muchos casos sus historias fueron empleadas para legitimar la constitución de los nuevosestados ante las potencias coloniales, pero en general, una vez que cumplieron esa función, seles confinó rápidamente al pasado remoto.


La resistencia de los pueblos indios a los poderes coloniales, primero, y luego a losestados nacionales que los sustituyeron, fue motivo continuo de tensión y conflicto. Los pactos otratados que en muchos casos se concertaron con ellos, que suponían implícita o explícitamenteel reconocimiento de su existencia autónoma, fueron desconocidos en la ley, la práctica o ambastan pronto como los estados nacionales adquirieron suficiente fuerza para hacerlo. En general,cuando no se empleó la represión, a menudo de carácter genocida, se adoptó una política deincorincorincorincorincorporporporporporaciónaciónaciónaciónación
 
a los respectivos estados nacionales, conforme a los supuestos de suscorrespondientes constituciones, que les negaban su existencia como pueblos y los derechosinherentes a esa condición y en el mejor de los casos reconocían, a los individuos de esospueblos, ciertas características especiales que requerían un tratamiento especial en la ley o enla práctica institucional. Esta política se expresó con toda claridad en el Primer Congreso IndigenistaInteramericano, celebrado en 1940 en Pátzcuaro, México, que proclamó la necesidad de unapolítica indigenista orientada a consolidar la integración nacional de los países latinoamericanosmediante empeños tendientes a sacar de su "atraso secular" a las comunidades indias, mediantesu plena incorporación a la vida económica, cultural y política de las sociedades nacionales quelas habían marginalizado.

En este proceso, muchos pueblos indios desaparecieron y una parte significativa dequienes pertenecían a los que lograron subsistir se incorporaron a las sociedades nacionales,voluntariamente o a fuerzas, abandonando su condición cultural india y convirtiéndose enciudadanos de las mismas bajo condiciones a menudo discriminatorias. La mayoría de los pueblosindios se fragmentaron y dispersaron en sus comunidades. Dentro de ellas, empero, siguiómanifestándose una cultura propia, hasta en los casos muy frecuentes en que se disolvió todaforma de unidad orgánica de los pueblos respectivos e incluso cuando dejó de haber relación ointeracción entre quienes ejercían una misma cultura en comunidades dispersas y aisladas entresí. Estas formas autónomas de existencia siguieron estando continuamente expuestas a la influenciade la cultura dominante en las sociedades nacionales, caracterizadas por formas y normas deexclusión de los pueblos indios que parecen inherentes a todos los estados nacionales delcontinente, tanto por sus diseños y concepciones como por sus prácticas.


Dirigentes e intelectuales indios expresaron continuamente, en sus palabras y en susactos, su resistencia a esos procesos de incorporación y su reivindicación de formas autónomasde existencia.


 A partir de la década de 1970, las movilizaciones y encuentros de los pueblos indiosempezaron a nutrir definiciones políticas cada vez más claras, que tenían en común la reivindicaciónde la existencia misma de los pueblos y comunidades indígenas y del ejercicio de su autonomía,aunque diferían en su sentido y consecuencias. Estas iniciativas empezaron a reflejarse en elaparato legal e institucional de algunos estados nacionales y del sistema de Naciones Unidas,creándose instrumentos que los movimientos indios pusieron de inmediato a prueba, a pesar desus limitaciones, para seguir impulsando sus reivindicaciones. Tales instrumentos se configuraronhabitualmente en términos de los derechos humanos, lo que abrió controversias sobre su validezy pertinencia al caso, aunque muchos pueblos indios han estado empleando para su defensa lalegislación existente al respecto


En el marco de debates nacionales e internacionales cada vez más intensos sobre lacuestión, en la década de 1980 aparecieron en diversos países de América Latina propuestasalimentadas por los movimientos indios que ofrecían un nuevo acotamiento de la cuestión. Seconsidera que las de México y Perú son particularmente relevantes para la indagación que aquí se plantea, aunque muchas otras expresan el mismo proceso.


Lo indio: la persistencia de la civilización mesoamericana que encarna hoy en pueblosdefinidos (los llamados comúnmente grupos indígenas), pero que se expresa también,de diversas maneras, en otros ámbitos mayoritarios de la sociedad nacional que forman, junto con aquellos, lo que aquí llamo el México profundo. (
México profundo: una civilización negada 
, México: SEP/CIESAS, 1987, 9).

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