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miércoles, 6 de diciembre de 2023

Éste jueves ÁLVAREZ Y BORGES 2023 "HEROICOS SOBREVIVIENTES" VIRUS /Agujero interior 40 AÑOS. sesión por SOBERANA RADIO WEB Con Eduardo Monte Jopia / Lautaro Dores - Arte Argentino Dores - Arte Argentino Oper. El PULPO Juan Ojeda AO Alejandra Orellana Diseño. Escanea el código QR del flyer e ingresa directamente a la RADIO.

Éste jueves ÁLVAREZ Y BORGES 2023 "HEROICOS SOBREVIVIENTES"
VIRUS /Agujero interior 40 AÑOS.
sesión por SOBERANA RADIO WEB
Con Eduardo Monte Jopia / Lautaro Dores - Arte Argentino Dores - Arte Argentino
Oper. El PULPO Juan Ojeda
AO Alejandra Orellana Diseño.
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La historia de Agujero interior, el disco de Virus que inauguró la primavera democrática
El tercer álbum del grupo liderado por Federico Moura fue grabado durante los últimos días de la dictadura y oportunamente lanzado el mismo día en que Raúl Alfonsín asumía como presidente
POR OSCAR JALIL.
Fotografía por: Marcelo Zappioli
JULIO 8, 2023
El escenario del teatro Olimpia es un pandemónium. Federico Moura conduce la muestra performática, un dispositivo artístico multidisciplinario dispuesto a escenificar las canciones incluidas en Wadu Wadu, el notable disco debut de Virus. Afuera, todavía retumba la rabia popular por la rendición de las tropas argentinas en las islas Malvinas. El manotazo de ahogado de la Junta Militar para perpetuarse en el poder terminó en desastre. Cinco días después de la capitulación, la banda platense revela su propio teatro de operaciones con una serie de conciertos pautados cuando la guerra del Atlántico Sur no alcanzaba el grado de hipótesis de conflicto. En otra dimensión, la sala de la calle Sarmiento parece una burbuja de resistencia a los años opresivos: los músicos envueltos en bolsas de nailon ingresan por los pasillos del teatro; van a experimentar catorce cambios de vestuario y también a interactuar con dos mimos.
Además de Federico (voz), esos pibes flaquitos y de pelo corto son Julio (guitarra) y Marcelo Moura (teclados), Ricardo (guitarra) y Mario Serra (batería), y Quique Mugetti (bajo). La escena suma sorpresas como la intervención de un actor y coreógrafo recién llegado de Francia, Jean François Casanovas, dando rienda suelta a su expresionismo transformista. Los Virus juegan al fútbol, se maquillan en escena, no dejan de moverse disfrazados de enfermeros o luciendo unas coloridas guayaberas.
Mucha agitación para sacudir cuerpos dormidos, una idea original pensada por la voz cantante del grupo y por el artista y sociólogo Roberto Jacoby, aunque también participan en el armado del espectáculo integral el actor Lorenzo Quinteros y el coreógrafo Alejandro Cervera. Es un happening en plena dictadura cívico-militar. Jacoby viene de la vanguardia del Instituto Di Tella y ahora es el letrista de Virus, tremendo cóctel explosivo en el corazón del microcentro porteño a pasos de Plaza de Mayo.
Milagrosamente todo funcionó y la buena recepción del público obligó a los organizadores a montar nuevamente el espectáculo durante tres sábados del mes de julio.
Carlos Rodríguez Ares estuvo presente en uno de los shows del teatro Olimpia. Entonces era un productor inquieto que ya dirigía una agencia de management en donde sobresalían nombres como el de Riff –la nueva invención metalera de Pappo– o de una joven promesa new wave llamada Los Helicópteros. “Me impresionó ver una banda que, además de muy buen material, también tenía un gran cuidado de la imagen en el escenario”, dice Ares desde su refugio porteño ubicado en Galería del Sol, el Elvis Shop, que funciona desde 1992 y es considerado un espacio emblemático para los fanáticos de Elvis Presley. El local está repleto de vinilos, fotos y libros del Rey. La pasión del productor por el rock será el puente hacia una alianza para el despegue definitivo del sexteto platense. Para Agujero interior, Marcelo Zappoli fotografió a la banda indirectamente, a través de un VHS en una pantalla. “Planté mi cámara de 35 mm frente al monitor y fui disparando –dice el fotógrafo–. Cuando vimos los resultados, no dudamos de que la foto de tapa tenía que ser así” (Foto: Marcelo Zappoli)
Con poco más de un año de vida, Virus ya comenzaba a despedirse de su álbum debut. Todo sucedía muy rápido, casi como los ánimos cambiantes de la tempestuosa temporada otoño-invierno de 1982. En plena etapa de producción del sucesor de Wadu Wadu, la banda se negó a participar del Festival de Solidaridad Americana, la respuesta del rock argentino a los chicos que estaban defendiendo la recuperación de las islas Malvinas. Mientras los nombres más representativos de nuestro rock convocaron a una multitud el 16 de mayo con un objetivo solidario –las entradas se obtenían a cambio de alimentos no perecederos o ropa de abrigo para los soldados argentinos–, Virus y Los Violadores no formaron parte del concierto realizado al aire libre en el Club Obras Sanitarias. Es indudable que el evento no estaba a favor de la guerra ni tampoco representaba un apoyo explícito al gobierno dictatorial, pero la lectura de situación de los hermanos Moura no dejaba lugar a medias tintas. Y el tiempo les dio la razón. Para colmo, Virus acababa de fichar para DG Producciones, la agencia de Daniel Grinbank, uno de los productores del concierto solidario, pero tampoco eso pesó en la decisión.
La familia Moura conocía de primera mano el horror ejercido por el gobierno militar. El 8 de marzo de 1977, un grupo de tareas disfrazado como operarios de la compañía eléctrica Segba secuestró a Jorge Moura, hermano mayor de Federico, Julio y Marcelo. Los parapoliciales tomaron por asalto la casa familiar ubicada en City Bell, donde también vivían sus hermanos y padres. Jorge militaba en el Ejército Revolucionario del Pueblo y hasta hoy permanece como un detenido-desaparecido.
Recrudece, el segundo álbum de Virus, apareció a fines de 1982 y provocó una tibia repercusión. La propuesta todavía era resistida por el público y la prensa. El disco es otra apuesta a futuro que no fue comprendida en tiempo, masterpiece un tanto oculta que a 40 años de su edición puede escucharse como un manifiesto pop del rock argentino. Recrudece interpreta, al igual que Yendo de la cama al living, de Charly García, el trajín demencial de un año nefasto para el país: el efímero apogeo y la posterior caída libre del gobierno militar son meros capítulos de un guion imposible.
“Me fascina la parrilla”, una de las canciones de Recrudece, es, quizás, la letra más explícita en materia de ironía, teatralidad de café-concert y revisión de nombres propios de la iconografía nacional. “El banquete”, en cambio, se refiere a “las cenas organizadas por la dictadura para urdir el acuerdo multipartidario luego de la derrota de Malvinas”, según revela Jacoby, autor de la letra que explica la posición ideológica de una banda –paradójicamente– tildada de frívola y blanda por la prensa especializada.
Pero hay más. El recorrido urbano funciona como un video de sensaciones a bordo de “El 146”, otra prueba contundente de la evolución musical del sexteto moderno: la canción corre a través de un mid-tempo que crece en la descripción de un viaje casual en un transporte público, pura sensualidad en la interpretación de Federico y un coro minimalista para reforzar la escena. La esquina de Larrea y Sarmiento dejó de ser para siempre un lugar más de Buenos Aires.
“La idea es modificar y no estancarse. Creo que cuando la gente nos comprenda realmente van a derrumbarse muchos prejuicios”, dijo el cantante en una entrevista publicada por la revista Pelo en octubre de 1982.
El 19 de noviembre de 1982, Carlos Rodríguez Ares presentó en sociedad a Los Helicópteros con un show en el aristocrático Palacio San Souci, una propuesta inusual que contó con la presencia de muchos invitados especiales, entre los que se encontraba Federico Moura. El cantor de Virus quedó sorprendido ante la puesta en escena y el despliegue de producción.
“Nos presentamos, le pregunté su opinión del show, y me dijo: ‘Es el cuento de la Cenicienta’. Y ahí mismo me propuso trabajar con su banda”, dice Rodríguez Ares. Acto seguido, el productor tenía que concertar la salida del grupo de la agencia de Grinbank. Rápidamente se pusieron de acuerdo: Ares recuerda la gestión como una “caballerosa desvinculación de la empresa de Daniel”.
Con una idea clara de cómo mostrar al grupo y explotar su potencial, el representante sugirió a Michel y Danny Peyronel para asumir la producción artística del tercer disco de la banda platense. “La cosa era muy simple: imagen y sonido de rock’n’roll. Es decir, grabar en vivo las bases como todo disco que se precie de serlo y cambiar la estética del grupo para ello”.
Ares percibía un rechazo generalizado por la banda. “Especialmente fogoneado por la prensa ‘jipi’ que tanto daño le hizo al público con el cuento del ‘rock nacioMal’. Habían logrado que el público asistiera a los shows ‘manso y tranquilo’. Era imperativo un cambio drástico que estuviera acorde con la aplanadora que era Virus en vivo”, señala el productor. Julio Moura, Mario Serra y Enrique Mugetti en concierto, en 1983, año en que se editó Agujero interior, producido por Danny y Michel Peyronel. (Foto: Silvia Bordoni, esta gfoto forma parte del libro Capto impresiones).
En la mesa chica de los Virus, el nombre de Billy Bond picaba en punta para el rol de productor. Federico fantaseaba con la idea de grabar en Brasil, país que El Bondo, pionero del rock nacional, eligió para seguir metido en la música cuando las amenazas de muerte de la Triple A se volvieron insostenibles; entre sus primeras producciones aparece el debut solista de Ney Matogrosso, artista admirado por Federico. Pero finalmente se impusieron los hermanos Peyronel.
“Mi conexión con los Virus fue a través de Carlos Rodríguez Ares. Él conocía lo que yo había hecho con Los Violadores, cómo sonaba eso, quería un sonido distinto de lo que venían haciendo ellos hasta ese momento”, dice el baterista de Riff. “Hicimos algunas fechas en un teatro en Mar del Plata, tocábamos nosotros y otros días tocaba Virus. Muy buena onda. Eso estuvo bárbaro”.
Aunque parecían universos antagónicos, Virus y Riff tenían muchos puntos de contacto, como la admiración de Julio Moura por el compositor de “Sucio y desprolijo”. “Vi a Pappo en el Comedor Universitario de La Plata cuando yo tenía 15 años. Ahí por primera vez vi a un auténtico violero. Además tenía una Les Paul, fue un flash. Pasó bastante hasta que lo conocí, Pappo despertó en mí un cariño muy especial, supe de la autenticidad que tenía como persona, un tipo con la simpleza y la naturalidad de un grande. Siempre estará en mi memoria”, dice el guitarrista y compositor de Virus.
El plano de coincidencia para el gran salto de Virus reunió a Rodríguez Ares, a los hermanos Peyronel y a los integrantes de la banda, todos querían llevar el sonido de Virus a un plano más rockero sin perder las sutilezas de una formación con probada agilidad pop.
“En Francia yo tenía una banda que se llamaba Extraballe, de punk y new wave, fundadora de toda esa movida en París. Hicimos gira con The Jam y tocamos con The Clash, digamos que tenía una cercanía con el sonido que tenían o que buscaban los Virus. A mí me pareció que era claramente un grupo de new wave, así que los llevé para ese lado; funcionó bien. Después, mi experiencia de productor convivió de la mejor manera con las ideas de Federico. Nunca me exigió nada, parecía que estaba contento con todo”, dice Michel.
A casi cuarenta años de la edición de Agujero interior, Julio Moura recuerda ese momento único signado por el regreso de la democracia. “Michel y Danny, gente muy linda, muy sincera y afectiva. La idea fue de Carlos y nosotros aceptamos con gusto. Intercambiamos ideas, experiencias y colaboraron en el sonido, pero siendo sincero, la producción y mezcla del disco la hicimos Federico y yo. Con esto no estoy desmereciendo a nadie, sólo cuento los hechos tal cual fueron”, dice Julio Moura recién llegado de Perú en el marco de la gira despedida de Virus. “En este país hay tradición de revisionismo, de valorar las cosas ya hechas y no sentir placer en lo excitante de lo desconocido. Yo estoy de este último lado, como dijo Marcel Schwob, un simbolista francés: ‘Todo lo seguro está muerto, todo lo incierto vive’. Si salís a un escenario es porque algo querés decir. Nuestra intención era movilizar a un oso dormido, latente. No creo que nuestra música ni el rock en sí sean algo de vanguardia, así como estar adelantados muchos años, pero sí creo que somos precursores en adelantar y no proyectar hacia atrás. Lo mejor que puede pasarle a la gente ahora es entrar en un estado de actividad por contraposición a lo anterior; pero no basta analizar y tratar de entender lo que sucede, es fundamentar el hacer”, decía Federico Moura en una entrevista firmada por Rafael Abud para la revista Twist y Gritos.
El 30 de octubre de 1983, el candidato de la Unión Cívica Radical se impuso en las elecciones presidenciales luego de siete años de la más terrible dictadura cívico-militar que conoció la Argentina. Raúl Alfonsín obtuvo poco más del 51 por ciento de los votos, seguido por el candidato del Partido Justicialista Ítalo Luder, con el 40 por ciento.
“El concepto de Virus en general era la liberación física, corporal, sexual y al mismo tiempo letras que tuvieran cierta gracia, alusiones a distintos temas sobre situaciones, desde la droga hasta la guerra –dice Jacoby–. Agujero interior era eso, terminó la dictadura y había que poner el cuerpo y la cabeza en otra posición. Eso fue el contenido de los años 80. Liberarse de una tremenda opresión”. El letrista de Virus recuerda que los Moura estaban con Alfonsín. “Yo no, era más peronista”, aclara.
El disco se grabó en los Estudios Moebio y fue lanzado el mismo día en que asumía el nuevo presidente constitucional. “La verdad es que en lo personal no siento que haya influido en el plano musical”, dice Julio y desmenuza una larga serie de prejuicios que sirvieron para curtir a la banda frente a las críticas de la prensa. Virus proponía liberarse mucho antes del regreso de la democracia.
“Fueron varios años de dictadura y represión. En cierto modo, nos moldeamos en ese contexto social. Creo que la sorpresa que causó nuestra aparición, con nuestra propuesta estética-lírica-musical, en retrospectiva se puede entender con eso, la convicción de nuestra actitud y nuestra contracultura. Abrirse camino enfrentando esa realidad y también ante los prejuicios incluso en el círculo musical no fue fácil. Desde el principio se nos juzgó, utilizando calificativos como modernos, que invitamos al baile y nos preocupamos por el look, para terminar diciendo que éramos triviales”.
“Largar la piña en otra dirección” fue un grito de guerra en las discotecas y en todas las fiestas durante los primeros meses de la primavera democrática. “Poner el cuerpo y el bocho en acción”, también dice la letra de Jacoby en el leitmotiv de Agujero interior. Es Federico quien propone la invitación dionisíaca.
Virus empieza a ser reconocido e instala varias bombas radiales para iniciar el romance masivo: la canción que le da título pone al frente una línea sintetizada que suena como un despertador. El ruido electro recuerda a los B-52’s, pero el sonido que logra Marcelo Moura es tan genuino como la urgencia que describe la canción. En “El probador”, por ejemplo, la letra sintetiza un tiempo de destape, fantasías eróticas y libertad en su expresión más amplia. La producción de los hermanos Peyronel bendice de manera oficial un carácter rockero que ya venía de los tiempos de Marabunta y Las Violetas, las bandas previas a Virus. Las camperas de cuero y algunos riffs más duros son sólo otra expresión de una banda capaz de traducir “La Movida” madrileña con la versión de “Carolina”, original de Moncho Alpuente –que hoy suena tan módica si se la compara con la de Virus–, o cantarle al hermano desaparecido en “Ellos nos han separado”.
El plan es diverso e impredecible. El disco incluye un capítulo romántico, otra prueba de uno de los géneros que siempre fascinaron a los hermanos Moura. “¿Qué hago en Manila?” es un bolero moderno con todos los ingredientes de la canción sentimental: el crooner en el centro de la escena, la cadencia y el solo de guitarra como cima expresiva de Julio Moura, el corazón melódico de Virus. La soledad y la espera son los ejes de una auténtica rareza para el rock argentino de los 80. Los Auténticos Decadentes, Babasónicos y Sergio Pángaro tomarán nota de semejante cumbre emocional.
La foto de tapa de Agujero interior también reveló otro gesto estético distintivo. Una vez más el colectivo artístico liderado por Rodríguez Ares y Federico Moura, y que también incluía a un coiffeur francés, Cyril Blaise, y a la vestuarista y gran amiga de Federico Adriana San Román, sumó voluntades para mostrar a la banda.
Marcelo Zappoli es el autor de la imagen que ilustra Agujero interior. “La idea surge a partir de unos videos que tenía Carlos Rodríguez Ares de un ensayo de Virus grabados en VHS profesional. Pensamos que podíamos aprovecharlos ya que la banda estaba grabada con un vestuario apropiado y que yo podía capturar con mi cámara algunos momentos, a través de un monitor de alta calidad que tenía Carlos en su casa. Así lo hicimos, planté mi cámara de 35 mm con película de transparencia color sobre un trípode frente al monitor y fui disparando cuando consideraba que había algo interesante”, dice el fotógrafo. “Me pareció una técnica interesante, no vista o usada y que dado lo grabado era para aprovechar, además con las ventajas de no tener que armar una sesión en estudio. Cuando vimos los resultados, no dudamos de que las fotos de la tapa tenían que ser así”.
La nueva imagen de Virus exhibía un apego por los peinados rockabilly. Ares le enseñó a Federico un disco de Stray Cats y el resto fue obra del estilista francés. Camperas de cuero, camisas blancas y pantalones ajustados como los que usaban los héroes del rock & roll de fines de los 50 empezaron a formar parte del cuidado vestuario de la banda.
“El cambio de look coincidió con la onda más rockera del disco, ya desde la influencia, creo, de Danny y Michel Peyronel en la producción artística, le dieron en ese álbum esa postura un poco más rockera y que, debido a lo moderno de la banda, fue interpretado por el público como punk-rock”, cuenta Zappoli. “Recuerdo cuando los fotografiaba en los shows en vivo de ese momento, todos teníamos que esquivar los escupitajos que venían de las primeras filas, al punto que en un momento Federico paró la banda y dijo: ‘¡No nos gusta que nos escupan!’, pero todo siguió igual. Creo que tanto lo musical como la onda en el look, que siempre fue coherente en Virus, fue parte de los cambios en busca de una identidad más sólida a partir de este álbum. También había un grupo de gente que colaborábamos junto a Federico con la imagen, puesta en escena, sonido y luces. Cosa que hasta ese momento no hacía ninguna banda”.
El tándem Moura-Jacoby también es una rareza dentro del rock argentino, una dupla compositiva que adelantaba una nueva caligrafía con la utilización de modismos cotidianos, juegos de palabras y una vida lúdica a través de las letras de Virus.
“No es fácil, pero tampoco es difícil tratándose de él y yo [risas]. Sólo el hecho de que Federico accediera a trabajar con alguien las letras demuestra que era un cantante muy especial, siendo que era una estrella nata. Lo tenías que mirar y te dabas cuenta. Sin embargo, él perseguía la calidad en todo. Calidad del sonido, ropa, luces, de la situación. Era muy exigente con los demás y consigo mismo. En ese sentido nunca tuvimos una discusión, jamás, y trabajamos muchos años juntos. Podía haber una idea diferente y se debatía. Cooperación, siempre en tono colaborativo”, explica Jacoby acerca del modus operandi que en Agujero interior logra por fin transitar la masividad. Virus, en una foto con la estética más new wave, anterior a la etapa de Agujero interior, cuando la banda platense se inclinó por un look con cuero, jopos y más rock & roll. “[Federico Moura] perseguía la calidad en todo, sonido, ropa, luces”, recuerda Roberto Jacoby. (Foto Marcelo Zappioli).
“Creo que emerge lo lúdico, lo experimental. De hacer algo nuevo, algo divertido, fresco. No insistir sobre los parámetros establecidos. Siempre digo que las letras de Virus son como valijas de doble fondo, triple fondo, valijas de contrabandistas”, dice Jacoby.
La temporada 1984 comenzó con la banda batiendo récords de ventas. La llegada de Soda Stereo a Rodríguez Ares Producciones también determinó que Federico Moura se convirtiera en el productor del primer disco del trío. Entre los logros en plena etapa de crecimiento aparece la edición de un single grabado en España de “¿Qué hago en Manila?” a instancias del mítico productor argentino Jorge Álvarez con la idea de insertar a la banda en el mercado del pop-rock español. La versión cuenta con una máquina de ritmo y es más bailable que la original, para muchos, el punto de transición hacia el cuarto disco.
A mediados de ese mismo año, Ricardo Serra abandonó la banda y, por varios meses, Virus continuó como quinteto. Aunque en la foto de Relax, el sucesor de Agujero interior, aparece Ricardo, todas las guitarras que suenan en el disco pertenecen a Julio. “Yo sigo escuchando hoy la música de Virus y no me arrepiento de haber dejado la banda, porque había diferencias musicales grosas”, dice Serra en el libro Virus. Una generación de Fernando Sánchez y Daniel Riera.
“El tercer álbum de la banda de los hermanos Moura muestra una interesante evolución especialmente en lo que hace al aspecto puramente instrumental. Aunque las vocalizaciones aún distan de ser perfectas, la banda alcanza por fin un sonido rockero que necesitaba, además de mostrar a un grupo mucho más ajustado que en sus discos precedentes”, dice parte de la reseña sin firma en la edición 206 de la revista Pelo.
A pesar del escueto reconocimiento de la prensa, Agujero interior creció como un grito liberador. Junto a Vasos y besos (Los Abuelos de La Nada), La dicha en movimiento (Los Twist) y Clics modernos (Charly García) crearon la mejor banda de sonido para los primeros meses en democracia. “Cada disco nuestro fue el reflejo de lo que estábamos viviendo en relación a un movimiento constante. No nos deteníamos a analizar desde lo conceptual. Íbamos aprendiendo a transitar la manera de expresarnos, y Agujero interior llega en un momento donde creció mucho nuestra actividad. Estábamos haciendo muchos shows, lo cual generó una experiencia fantástica. Con este disco quisimos que el sonido y la estética musical representaran eso: nuestro sonido en vivo, con lo que implica e influye la participación de la gente”, dice Julio Moura, autor de esos riffs que aún sacuden la memoria y explican perfectamente los días de “jugar con la imaginación sin tener que pedir perdón”.
ROLLING STONE.






 

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