La sensualidad de la materia pictórica, el poder del color y el vértigo de la expresión irrumpen en la obra de
Lautaro Dores para dar cuenta de la invisible tensión que media entre la razón plástica y los movimientos emocionales,entre la certidumbre de lo visto y la ambigüedad de lo sugerido, entre el contorno lineal que describe a un personaje sentado y las grandes machas de color dispersas sobre una atmósfera abierta e indeterminada.
Por debajo de las chorreaduras, los enérgicos barridos de pincel y las tormentosas efusiones de tonalidades, el sentido "Neo Zen" propuesto en el título de Dores subraya la soterrada búsqueda interior de un espacio de beatitud espiritual, y explora la nostalgia de una dimensión supera dora de los conflictos y angustias existenciales que jalonan el camino de la vida.
El talante de esa búsqueda gira en torno de la fuente secreta de las emociones y apela al temperamento del receptor;
es introspección y llamado, ardor y sosiego, ilusión e incertidumbre.
Un juego de contrarios, en suma, que activa la necesidad y la esperanza de una síntesis,
tal vez el arribo al mítico estado zen urdido en el oriente, esa incierta situación del espíritu codiciada por el budismo y expuesta a la tenaz erosión de la realidad.
Daniel Perez Crítico de arte
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